Acabamos de celebrar la fiesta de la Presentación del Señor, una jornada que nos trae el recuerdo de la Navidad y que sitúa ya al creyente en la perspectiva de una cercana Cuaresma. Y más allá del simbolismo de la luz, de esas candelas que encendimos sabiendo que son reflejo de la luz que nos viene de lo alto, es decir de Jesús, esta fiesta es una manifestación de la gloria de Dios, de su iniciativa plena y total para dignificar y salvar al hombre, a todo hombre de toda época y lugar.
En esta Jornada hemos tenido muy presente a la Vida Consagrada de la Diócesis, dando gracias por este don de Dios a la Iglesia con el que nos vemos enriquecidos a través de sus carismas, sabiendo que no es fruto del voluntarismo sino de la gracia de Dios. Esta cercanía a los consagrados nos ayuda a conocerles mejor y a quererles por lo que son y significan. La Vida consagrada es la confesión del Dios Trinitario que es amor, testimonio inapreciable en la Iglesia y en nuestra sociedad, y que nos ayuda a abrirnos a una plenitud que va más allá de nuestra historia y que se encuentra en la comunión eterna con Dios. Es el encuentro con el amor de Dios, vivido en el seguimiento de Cristo a través de la pobreza, obediencia y castidad.
En momentos como el presente, cuando ciertamente hay incertidumbres de todo tipo –en lo económico, en lo social, en lo político, en la complicada coyuntura internacional- es una garantía, un valor añadido en nuestras vidas saber que Jesús, como se recordaba en la fiesta de su Presentación en el Templo, “como ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella”.
La Historia con mayúscula ha encontrado su sentido en la bondad de la Encarnación. La nuestra, nuestra historia personal, adquiere significado cuando dejamos que el Hijo de Dios nos acompañe en cada circunstancia concreta. Su luz alumbra incluso cuando no alcanzamos a entender lo que ocurre en nuestro entorno. Es entonces cuando la esperanza que expresa esta fiesta de la Presentación nos permite confiar en su palabra: “Te basta mi gracia”. Él camina a nuestro lado.