Intervención de mons. Barrio en la XXVI Semana de Formación de los sacerdotes de Galicia

Ante las XXVI Semana de Formación de los sacerdotes de Galicia

Valorar y amar a la familia

Estamos viviendo una nueva etapa de la misión de la Iglesia que debe caracterizarse “por el testimonio de la alegría que brota del encuentro con Jesús y del anuncio del Evangelio”. Esto exige una nueva forma en la formación del clero. Sin una formación intelectual rigurosa y actualizada difícilmente podremos evangelizar en un mundo tan complejo y desafiante. La Iglesia necesita sacerdotes capaces de escuchar y ponerse en lugar de los otros porque son conscientes de sus propias limitaciones. El Pueblo de Dios no necesita sacerdotes cercanos porque está de moda ser simpáticos y accesibles, sino porque su misma formación les ha enseñado que sólo escuchando y conmoviéndose con el corazón abierto podrán completar su capacitación. En este contexto se enmarcan estas Semanas.

Cuando se está hablando tanto de la familia, hemos de mostrar nuestro agradecimiento a la familia a la que tanto le debemos. Defender y amar la familia más que una obligación, es sobre todo una necesidad. La familia es una realidad poliédrica que en cada una de sus caras revela la belleza, la verdad y la bondad. “Es un banco de pruebas de la pastoral y la urgencia dela nueva evangelización”. Es tarea de la Iglesia anunciar de una manera reconfortante e inteligente, en el seno de una situación social transformada, el mensaje, basado en el Evangelio de Jesucristo, del valor del matrimonio y de la familia. Una moral cristiana sin hondura teológica y anchura espiritual se hace irrelevante y no puede servir al reconocimiento de lo cristiano y de lo humano en la sociedad. No obstante hemos de adoptar una posición crítico-positiva frente al mundo secularizado.

En medio de la crisis por la que está pasando la familia, sin que sea exclusiva ni excluyente de ella, “el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja”, dice el Papa Francisco. Los desafíos no son pocos. Una de las causas es el deterioro antropológico que estamos viviendo, al perder la referencia del Dios creador. El hombre se encuentra situado entre el misterio de Dios y el instinto animal. Percibimos que el llegar a ser hombre depende no del propio sujeto sino también de los demás. Por otra parte, la familia está padeciendo las consecuencias del viento en contra de las políticas sociales favorecedoras de la ideología del género en las que no se sabe quién es quién. No obstante el futuro de la humanidad se fragua en la familia y al éxito de una pastoral familiar se vincula  también el camino hacia el futuro de la fe. Dice el papa Francisco: “La buena noticia de la familia es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos, con el testimonio de la vida”.

“Quienes hablan contra la familia son poco inteligentes; no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen”, escribe Cherteston. La familia no es perfecta pero logra la mejor forma de organizar libremente al mayor número de personas. El hogar es el espacio para la forja de seres humanos. La mujer representa la salud mental, el hogar intelectual al que la mente ha de egresar después de cada excursión por la extravagancia. Vemos que el Estado siempre será demasiado grande, ancho, torpe, indirecto e inseguro para educar a sus ciudadanos. Decía Balzac: “Al perder la solidaridad de la familia, la sociedad ha perdido esa fuerza elemental que definió Montesquieu llamándola honor. La sociedad ha aislado sus miembros para gobernarlos mejor y los ha dividido para debilitarlos. El antiguo puente construido sobre las torres de los sexos es la más digna  de las grandes obras de la tierra”.

Es necesario y urgente en nuestro ministerio sacerdotal acompañar a las familias y sentirnos acompañados por ellas. La familia hoy por hoy, “es la institución que mayor acceso tiene a la intimidad personal del hombre lo que en términos de transmisión de cultura y  valores significa que ella constituye el más convincente de los catecumenados”. La persona se logra cuando se siente amada y puede amar. Sólo quien ama, educa de verdad. En este horizonte la familia posee grandes posibilidades para educar en valores como el sentido religioso, la acogida, el respeto, la justicia, el diálogo, la gratuidad, la generosidad, la fidelidad, la capacidad de sacrificio, la comprensión, el amor solidario… La familia conforme al plan de Dios es escuela de humanidad y de vida cristiana. ¡Apreciemos, valoremos y amemos a la familia! Es la mejor defensa que podemos hacer de ella.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

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