Intervención de mons. Barrio en el Sínodo Diocesano de Jóvenes

Queridos y queridas jóvenes: ¡Bienvenidos! ¡Cristo vive y está entre nosotros!

En primer lugar os agradezco vuestra presencia hoy aquí. Día histórico para la pastoral diocesana en el que vosotros hacéis historia. Como pastor de esta diócesis me alegra de corazón ver vuestros rostros juveniles, adivinar vuestras esperanzas, saber que ejercéis hoy como representantes de otros muchos jóvenes que también sienten la inquietud de saberse interpelados por la dimensión del misterio, por la fe que vive en la Iglesia.

En una civilización y cultura donde predominan los eslóganes, eso es un signo de carencia de realidades. No va a ser nuestra pretensión acuñar un eslogan más.  “Os hablo jóvenes porque habéis vencido al maligno, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros”. Los jóvenes sois la fuerza del futuro, subraya el Papa. Necesitamos vuestra participación en la vida de la Iglesia y en la vida pública.

En clave sinodal traigo a nuestra memoria el pasaje de los discípulos de Emaús, que nos invita a acompañarnos y caminar juntos. La Diócesis está llamada a encontrarse con los jóvenes allí donde están, dando prioridad a los más pobres, necesitados y abandonados. No pretendo sólo que caminéis, sino caminar con vosotros, recordando nuestros orígenes y valores espirituales.

Sois unos valientes. Hoy cuando muchos piensan que ya no hay horizontes a los que mirar o descubrimientos que realizar, cuando parece que las grandes aventuras de los exploradores de los polos allá a finales del siglo XIX o principios del siglo XX ya no son posibles y que la mayor epopeya es salir de casa y volver sin que se nos haya agotado la batería del móvil, yo os digo que los jóvenes sois los verdaderos aventureros de este tiempo y de esta  época.

¿Por qué? Pues porque como aquellos héroes también vosotros buscáis una meta, un para qué, y un camino para llegar a ella.  La juventud está vinculada a la verdad. Tengo la percepción de que a veces os sentís solos y no tenéis donde agarraros. En la escuela no encontráis certezas ni desarrolláis el juicio crítico. Las familias no siempre transmiten instancias normativas y valores. Tampoco las parroquias conectan fácilmente con vosotros. Vivís el riesgo de caer en el conformismo de las modas, en la manipulación de los vientos dominantes, en la desesperanza. Buscáis a veces el sosegado puerto de los mensajes publicitarios y no el oleaje de las verdaderas razones para vivir y amar. Vuestro protagonismo es muy significativo en el universo digital y en las redes sociales.

Por eso, porque sois expertos en este ámbito que ya a los mayores nos supera y ante el cual sentimos cierto respeto, os pediría que no pusierais nunca en vuestra vida a Dios “en modo avión”: no os desconectéis de Él, ni siquiera en los momentos de duda que todo aventurero experimenta en su ruta”. El explorador Shackleton, atrapado en los hielos de la Antártida y no pudiendo conseguir su objetivo de atravesarla, cambió el objetivo de su viaje sobre la marcha y lo fijó en salvar a toda la tripulación y no perder ni un solo hombre. Lo consiguió y dijo que en su periplo en busca de ayuda había sentido a su lado, como uno más de la expedición, a Dios.

Es esperanzador que os preguntéis por el sentido de la vida, que descubráis y asimiléis la exigencia y dignidad de ser  cristianos en las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la sociedad, y cuidando el crecimiento personal y armónico de todas vuestras potencialidades: la razón, la afectividad, la solidaridad, el diálogo, el compromiso por la justicia y por una sociedad de talla humana y la dimensión cultural animada por criterios del Evangelio.

La iglesia diocesana quiere hacerse presente en los ambientes juveniles con una presencia activa y significativa, animándolos y guiándolos. El camino preferido para acercarse a la juventud no son las estrategias perfectas comunicacionales, sino el encuentro personal con la inquietud por conoceros y por compartir la transmisión de la fe a través de un testimonio personal y de un profundo encuentro con Jesús.

Esta perspectiva es la que promueve el papa Francisco, a través de sus documentos pastorales, y de manera especial a través de su actuación pastoral. La participación en el Sínodo diocesano posibilita estar abierto al otro, para conocer cómo Dios actúa en él, compartiendo la fe a través de la experiencia personal y no sólo a través de la doctrina. Cuando Jesús ha ganado el corazón, los valores cristianos irán penetrando en la persona. Este es el desafío. Lo cual no quiere decir que todo sea fácil. Hace falta pasión, paciencia y perseverancia. El camino, y bien que lo sabéis muchos de vosotros que habéis recorrido la ruta jacobea, no se hace en un día: es una tarea, un proceso, un acompañar y dejarse acompañar.

Ciertamente “nunca hay viento favorable para quien no sabe a dónde va”, dice el proverbio. La Iglesia nos pregunta a los pastores con la humildad de quien sabe que la verdad es algo muy grande y bello: ¿qué queremos de los jóvenes? ¿qué propuesta de sentido tenemos para ellos? ¿con qué ejemplos personales y colectivos queremos iluminar sus destinos?  ¿somos capaces de escuchar sus anhelos más ocultos, sus interrogantes más íntimos, sus sufrimientos más profundos? ¿qué misericordia proponemos para su pasado, qué amor ofrecemos para su presente, qué esperanza brindamos ante la muerte? Me alegraría ayudar a no dejaros llevar por la farándula de la mera subjetividad del gusto, del placer o de la violencia. Os animo a buscar la verdad que es fuente de libertad, de servicio y de liberación. “Vale más sembrar una cosecha nueva que llorar por la que se perdió”. Llego a vosotros con admiración, no con temor, para hacerme a vuestro camino[1].

Tenéis pensamientos, sueños o intuiciones que se fijan en los pinceles con los que queréis pintar vuestro cuadro. En actitud de búsqueda y de cambiar la realidad, habéis de elegir entre cerrar los ojos y considerar la vida como un sofá, o poner las sandalias de la esperanza y verla como un trampolín, lanzándoos a dar respuestas a vuestras preguntas. Elegir no es fácil, pero peor es no tener la posibilidad de elegir.

En 1914 en “The Times” para reclutar la tripulación Shackleton puso un anuncio que decía: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Respondieron más de 5.000 aspirantes.

En nuestra sociedad un tanto desasosegada, nos preguntáis “qué sentido tiene vuestra existencia en el mundo; qué posibilidad hay de ver el futuro con esperanza cuando no se intuyen unas señales que la legitimen; cómo puede construirse una convivencia en libertad, comunión y verdad con la certeza de que es un objetivo alcanzable; cómo podéis libraros de las negatividades que padecemos y restan credibilidad a la existencia muchas veces perdida entre las nieblas de las perplejidades; y también qué puede aportar el cristianismo en esa búsqueda constante de la plenitud de destino”.

No sois una gota de agua perdida en el mar, un número casual de una estadística, una parte sin importancia en la computadora mundial. Tal vez inventamos un mundo imposible para justificar en él las derrotas. “A la crisis de civilización hay que responder con la civilización del amor, fundada sobre los valores universales de paz, solidaridad, justicia y libertad”[2]. Tomad la vida en vuestras manos y construirla cada mañana y cada tarde según el proyecto de Dios. ¡Que el interrogante sobre Dios no se disuelva en vuestra alma por falta de un ideal, de entusiasmo, de ganas de hacer algo! Escribe el Papa que “los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas. A los adultos nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden” (EG 105). Considero el Sínodo Diocesano de Jóvenes como una acción del Espíritu que abre caminos nuevos acordes a vuestras expectativas y búsquedas de espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia más concreto.

Es momento de habitar el presente con esperanza y de hacer resonar en vuestra vida las Bienaventuranzas. “Bienaventurados, no porque dejaríamos de ser pobres, sino precisamente porque ya lo éramos; no porque iríamos a un reino prometido, sino porque ese reino crecía ya dentro nosotros; no porque dejaríamos de estar oprimidos sino porque nadie podría oprimir nuestras almas ni quitarnos la paz; no porque desaparecerían las lágrimas de nuestros ojos sino porque al dedicarnos a secar las de los otros, las nuestras se volverían ríos de gozo; porque al compartir nuestra hambre, todos tendrían pan; porque al tener los corazones limpios, nos cabría en ellos más amor; y porque al dejar nuestras pequeñas herencias de este mundo, tendríamos por herencia el corazón de Dios”[3]. Estáis llamados a construir el futuro esperando como centinelas del mañana la aurora de un mundo nuevo[4].

El joven cristiano tiene que ser consciente de que ha de romper los esquemas artificiales de un mundo que nos vende lo “fácil”, y que quieren imponer. No se trata de ir contra todo e ir por la vida como un rebelde. Jesús nos da la libertad y el amor como cauces de realización integral y forma de romper esquemas. A veces inventamos dificultades para justificar nuestras derrotas. Una de las tentaciones más serias es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados. Ante ello: pasión, paciencia y perseverancia.

La Iglesia diocesana os ama. Esta es la clave para entrar en el ordenador de vuestra existencia. Mi deseo es que tengáis un protagonismo mayor en la vida de la Diócesis participando en la comunidad eclesial donde habéis de expresar, celebrar y alimentar la fe, y reconocer y asumir las responsabilidades. Os solidarizáis ante los males del mundo y colaboráis en las diversas formas de voluntariado. ¡Callejead la fe”. Estamos aquí para escucharnos y escucharos. “Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual” (EG 108). Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!, nos dice el Papa y hoy os lo repito yo. “Todos nacemos como originales, muchos mueren como fotocopias”, decía Carlo Acutis (1991-2006), ciberapóstol de la Eucaristía. Os quiero originales siempre. ¡Muchas gracias y que paséis buen día!

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Cf. Instrumentum laboris para el Sínodo sobre los Jóvenes; J. ZAZO RODRIGUEZ, (Coord), La juventud una reflexión necesaria, PPC, Madrid 2013.  

[2] JUAN PABLO II, Al comienzo del tercer milenio, 53.

[3] J. L. MARTÍN DESCALZO, El Peregrino, Madrid 2001, 25.

[4] Cf. JUAN PABLO II, Ecclesia in Europa, 53.

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