- Niños y familias de toda la diócesis se congregan en Santiago para vivir una jornada de esperanza
- El arzobispo de Santiago afirma que “la esperanza es una luz que nunca se apaga” y que “somos una familia unida por la fe, la esperanza y el amor”
En un clima festivo, espiritual y familiar, el jueves 1 de mayo tuvo lugar el XI Encuentro Diocesano de Niños y Familias, una jornada convocada por el arzobispo de Santiago, monseñor Francisco José Prieto Fernández, y organizada conjuntamente por las delegaciones de Pastoral de Infancia y Juventud, Familia y Catequesis. El evento, que congregó a cientos de niños, familias, catequistas, docentes y párrocos, tuvo lugar bajo el lema: “Porque la esperanza existe”.
Desde primera hora de la mañana, el colegio La Salle se llenó de rostros ilusionados. Niños llegados de diversos puntos de la diócesis, acompañados por sus familias, párrocos y catequistas, vivieron una jornada repleta de actividades, oración, reflexión y alegría compartida.
Una gran familia unida por la fe
El encuentro se inició con unas cálidas palabras de bienvenida de Don Francisco, quien, con un tono cercano y lleno de entusiasmo, expresó: “Somos una gran familia: familias, parroquias, comunidades… Hoy celebramos la alegría de saber que Jesús vive entre nosotros, y esa es la fuente de nuestra esperanza”.
Durante su intervención, alentó a los niños a reconocerse mutuamente como hermanos en Cristo y los animó a vivir la jornada con emoción, como una auténtica fiesta de comunión y fe. En un gesto de cercanía, el prelado supo conectar con la experiencia cotidiana de los niños, evocando incluso el reciente apagón eléctrico: “Se fue la luz, pero no las luces que brillan en el corazón (…). Las luces que Dios enciende en el corazón jamás se apagan” afirmó, provocando una oleada aplausos entre los más pequeños.
La alegría del Evangelio a través del arte: Valiván
Tras las palabras del arzobispo, dio comienzo una de las actividades más esperadas por los niños: la actuación de Valiván, un espectáculo catequético y artístico conducido José y Vali.
Con humor, ternura y gran capacidad comunicativa, “Renata” y “Leopoldo” presentaron varias parábolas del Evangelio, como la casa sobre la roca y la oveja perdida… Cada historia fue adornada con música, marionetas, sombras y juegos que hicieron vibrar a grandes y pequeños.
Uno de los momentos más emotivos llegó cuando introdujeron la figura de San Francisco de Asís, a quien los personajes pidieron ayuda para ser santos. El santo respondió desde el “cielo” con un mensaje de amor, paz y esperanza.
La actuación no solo entretuvo, sino que catequizó. Los niños participaron activamente, corearon canciones como “Espíritu Santo, ven” y formaron parte de una representación colectiva de la oveja perdida comprendiendo que Jesús es el Buen Pastor que nunca abandona a los suyos.
Talleres para sembrar esperanza
A las 12 del mediodía, el colegio se transformó en un espacio de formación, reflexión y convivencia con la realización de diez talleres simultáneos, organizados para abordar el tema de la esperanza desde diferentes enfoques y dirigidos a diversas edades y perfiles:
El Movimiento Scout Católico ofreció el taller “Mensajeros de esperanza”, donde se invitó a descubrir cómo todos podemos contribuir con nuestro testimonio al anuncio de la Buena Noticia. Por su parte, las Hijas de la Natividad de María guiaron el taller “Siguiendo las huellas de Don Baltasar con esperanza”, centrado en la figura de este sacerdote ejemplar, gran catequista y apasionado por la Eucaristía y la evangelización infantil.
Los seminaristas mayores de la diócesis propusieron un espacio dinámico y vocacional bajo el título “Somos semillas de esperanza”, donde los participantes reflexionaron sobre el sentido profundo de sus vidas. En una propuesta de acción social, el proyecto Cativos de Cáritas interparroquial de Santiago presentó el taller “El mundo puede cambiar desde el corazón”, donde se animó a los más pequeños a ser agentes de transformación en su entorno.
La ONG Manos Unidas compartió su experiencia internacional en el taller “Anímate a compartir la esperanza”, resaltando la importancia de colaborar en proyectos solidarios que llegan a las zonas más necesitadas del planeta. El mercedario Fray Tomás ofreció un valioso testimonio en “Compartiendo la vida con los niños de la calle”, relatando su trabajo con los niños limpiabotas en la República Dominicana.
También hubo espacio para la creatividad con el taller “Cuéntame un cuento con esperanza”, conducido por una profesora del Colegio de La Salle, que usó la narración para transmitir valores fundamentales a los más pequeños. La Delegación de Catequesis propuso “Creciendo en esperanza”, un taller basado en la metodología Godly Play, inspirado en Montessori, que ayudó a los niños desde 3 años a experimentar la fe desde la narración bíblica.
Con una propuesta adaptada a los más pequeños (de 3 a 6 años), el taller “Jesús, mi Pastor” permitió, a través de la catequesis del Buen Pastor, un primer acercamiento a Jesús como guía y protector. Finalmente, las familias tuvieron su espacio en “Ser padres, una vocación de esperanza”, organizado por la Delegación de Pastoral Familiar, que brindó herramientas para acompañar la fe de los hijos desde el hogar.
Diez talleres, diez maneras de vivir, compartir y sembrar esperanza.
Mesa, diálogo y juegos
A las dos de la tarde tuvo lugar una comida de confraternización en la que familias, catequistas, párrocos y niños compartieron el almuerzo en un clima de comunidad y fiesta.
Mientras los pequeños disfrutaban después de un tiempo de juegos al aire libre, los adultos participaron en un café-coloquio, donde intercambiaron experiencias sobre la transmisión de la fe en la familia y la vida parroquial.
La esperanza como regalo
La jornada concluyó con la celebración de la Eucaristía en la Catedral de Santiago, presidida por mons. Francisco Prieto, quien en su homilía volvió a recordar en el mensaje central del encuentro: la esperanza como don del Espíritu Santo.
Con un enfoque afectuoso y participativo, el arzobispo otorgó un papel central a los niños, haciéndolos protagonistas de su mensaje. Su intervención giró en torno a una pregunta que marcó el tono de la jornada desde el comienzo: “¿Por qué hay esperanza?”.
A partir de esta interpelación, el prelado fue desgranando un mensaje de fe sencilla, vivida y transmitida desde la infancia. Con la ayuda de los entrañables personajes de Valiván, “Renata” y “Leopoldo”, que animaron el encuentro desde la mañana, el arzobispo puso de manifiesto que la esperanza no es un sentimiento ingenuo, sino una certeza anclada en la experiencia cristiana.
Además varios niños participaron activamente en el diálogo con el arzobispo, aportando reflexiones espontáneas y profundas sobre el significado de la esperanza. Uno de ellos respondió con ternura: “Porque yo tengo mi mejor amigo, que es Jesús”. Otro añadió con convicción: “Si pedimos el Espíritu Santo, nos llena el corazón de esperanza”.
Estas sinceras intervenciones dieron pie al arzobispo para profundizar en su mensaje, destacando que “el Espíritu hace que hoy estemos aquí (..). Somos hijos de un Padre, hermanos en Cristo. Somos una familia con vínculos de fe, esperanza y amor”.
Otro niño expresó su vivencia de la esperanza como fe activa: “Dios está haciendo su parte, nosotros tenemos que cumplir la nuestra”. Una idea que el arzobispo recogió con entusiasmo. Afirmó: “Dios no se cansa nunca de amarnos. Como vuestros padres: a veces están cansados, pero nunca dejan de ser padres”.
Mons. Francisco Prieto animó a los niños a llevar el mensaje más allá del encuentro , a compartir lo vivido durante el día: “Contagiad lo que aquí habéis vivido, lo que aquí hemos celebrado. Que vuestros compañeros en casa y en las parroquias sepan que hay una esperanza que nos sostiene. No es solo para nosotros, es para compartirla”.
El encuentro coincidió con la fiesta litúrgica de San José Obrero, figura a la que el arzobispo también dedicó palabras. “Hoy miramos a San José, el hombre fiel que con corazón de padre cuidó de María y Jesús. También nosotros estamos llamados a colaborar, a trabajar como él, poniendo de nuestra parte”.
Contagiar esperanza
El XI Encuentro Diocesano de Niños y Familias supuso una experiencia de Iglesia viva, alegre y en salida. Una jornada donde se tejieron lazos entre comunidades, se renovó la fe de los pequeños y de los mayores, y se encendió una llama: la certeza de que «la esperanza existe”, y camina en el rostro de cada niño, en cada abrazo, en cada oración compartida.
La Archidiócesis de Santiago ya mira con ilusión y proyecta con esperanza el próximo encuentro, confiando en que lo vivido hoy continúe dando frutos abundantes en cada comunidad parroquial. Como expresó el arzobispo Mons. Francisco Prieto: “Merece la pena. Sabemos en quién confiamos. Jesús es nuestra esperanza.”