Celebrar el Viernes Santo en la cárcel tiene una resonancia muy especial. Significa entrar en comunión con «el preso más famoso de la historia», unidos a nuestros hermanas y hermanos presos, Iglesia en la cárcel.
Desde su mismo origen, la Iglesia ha sufrido la cárcel y acompañado a los privados de libertad. Lucha por romper todas las cadenas, sean éstas la violencia o las adicciones, la exclusión social, las fronteras inhumanas o el prejuicio.
El vacío de Dios y la ausencia de esperanza. Hoy nos preside un signo poderoso: un instrumento salvaje de tortura convertido en un símbolo de amor. Desde la cárcel de Teixeiro, desde todas las prisiones, allí donde un ser humano sufre o se le niega su dignidad, hoy, Viernes Santo renace la esperanza.
J.G.R.